La voz autoral de Junji Ito es tan potente que incluso cuando adapta a otros – y más si son historias de terror, como en este Las historias de fantasmas de Mimi– el resultado es una obra personal 

Muy mal se tiene que dar para que un manga de Junji Ito (Prefectura de Gifu, 1963) no resulte una experiencia memorable. Incluso en la más rara avis de su producción, Rasputín, el patriota, consigue convertir el relato pormenorizado del caso real de la detención y juicio de un funcionario del Ministerio de Exteriores japonés en una agobiante obra de terror burocrático. Es lo que tiene ser un maestro en lo tuyo, que incluso cuando adaptas fielmente clásicos tan emblemáticos como Frankenstein o Indigno de ser humano consigues dejar tu impronta. Y ya si, como es el caso que nos ocupa aquí, le dejan hacer lo que quiere con el material original, el resultado es una obra 100% junjitesca.

Las historias de fantasmas de Mimi adaptan una colección de relatos de terror supuestamente basados en experiencias reales. En realidad, no es una obra reciente, sino que supone la recuperación, gracias a la nueva edición japonesa, de un tomo publicado originalmente en 2002. Con el beneplácito de los autores originales, y a petición de su editor, Ito introduce como protagonista a una “mujer con gancho”, que no deja de ser su típica heroína víctima del síndrome Jessica Fletcher (Angela Lansbury, en gloria esté), pero en este caso, en lugar de con asesinatos, con apariciones espectrales: allá va ella, allá se manifiestan los seres de ultratumba.

Los seis capítulos son una gloriosa sucesión de momentos junjitescos: una extraña vecina que parece no tener cuerpo; un culturista aficionado a practicar el levantamiento de lápidas; una magnífica playa para que las almas en pena practiquen el surf; una afectuosa madre carbonizada que se resiste a abandonar a su hija; una compañera de universidad celosa que tiene un sótano embrujado… En fin, lo normal. A los capítulos originales se añade además en este volumen el relato Muñecos de terror, este sí original de Ito, en el cual recurre esa figura tan querida por los amantes del género que es la atracción de feria.

Susto o susto

Junji Ito es un género en sí mismo. Su extensísima y prolífica carrera le ha permitido, sin ocultar su deuda con Kazuo Umezz, desarrollar sus propios mecanismos de terror. En su caso, su seña de identidad es presentar protagonistas de una perfección casi irreal en sus rasgos para confrontarlos con cuerpos pútridos y/o desmembrados, a los que añade líneas hasta conseguir el efecto deseado. A eso se suma su capacidad de crear -o recrear, como en este caso- situaciones y escenas que ninguna mente cabal podría imaginar.

Puede que Las historias de fantasmas de Mimi no alcance el paroximo de obras maestras junjitescas como Uzumaki o Gyo, pero aún así viene a recordar que, si no existiera Junji Ito, habría que inventarlo.

 

Las historias de fantasmas de Mimi, de Hirokatsu Nihara e Ichiro Nakayama (historia original) y Junji Ito (dibujo)

ECC. Rústica, b/n y color, 226 págs., 9,95 euros.

Traducción de Olinda Cordukes Salleras

Artículo publicado originalmente en la revista Z